Nos acecha el mal
El mal nos acecha para llevarnos a perdición
Así éramos todos nosotros; pero Pablo nos recuerda que “ya somos lavados, ya somos santificados, ya somos justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”. En realidad, tenemos muchas razones para aborrecer el mal cuando, echando una mirada retrospectiva, descubrimos sus obras mortales.
Tanto daño nos hizo el mal, que nuestras almas se hubiesen perdido si no hubiera mediado para redimirnos el omnipotente amor de Dios. Aun ahora el mal es un enemigo activo que siempre está acechando para dañarnos y para llevarnos a la perdición. De modo que, cristiano, si no deseas aflicciones, aborrece el mal. Si no quieres sembrar tu camino de espinas y plantar ortigas en tu almohada, aborrece el mal; pero si quieres vivir una vida feliz y morir en paz, entonces camina por los senderos de la santidad, aborreciendo el mal hasta el fin.
Si en verdad amas a tu Salvador y quieres honrarlo, aborrece el mal. No conocemos nada mejor para que el cristiano se cure del amor al mundo que la continua comunión con el Señor Jesús. Permanece mucho con Jesús, y te será imposible tener amistad con el mundo.
Dios continúe Bendiciendo tu vida y la mía.
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